All those moments will be lost in time like tears in rain.
Time to die.
El cazador implacable

Los Idus así como las Calendas y las Nonas son días señalados del antiguo calendario
romano: el día trece o quince de cada mes, según la duración de los meses, los idus; el
uno, las calendas -de donde deriva el nombre del calendario-; el cinco o siete, las nonas;
que dividen el mes de manera diferente a la actual, dividido en semanas.
Así nuestro título es una legendaria advertencia sobre dicha fecha que se le hizo al romano
antiguo más conocido de la Historia, el gran estratega militar y ambicioso político (pero no
emperador) Julio César, en el día de su muerte, que, obviamente, este ignoró. En concreto
se refiere a los idus de marzo, esto es, el 15 de marzo del año 44 a.C., en los que fue
asesinado este hombre ilustre y laborioso autor. Bajo la estatua de Pompeyo, su viejo
aliado y yerno primero y después derrotado enemigo -además de fundador de cierta ciudad
pirenaica a la que le dio su nombre-, quiso el destino irónico que 23 puñaladas le asestara
un grupo de senadores que pretendían liberar la patria (o, tal vez, anhelaban sustituirle en
el poder, que la cosa política no ha cambiado tanto). Sabemos que algunos de ellos eran
amigos suyos o beneficiados por él, e, incluso, presuntos hijos.
Su muerte (y también su vida) nos ha dado frases famosas, latinismos (si todavía podemos
decirlos en latín) que nos permiten expresarnos de manera mucho más rica y sugerente. Tu
quoque, fili mi!, es decir, “¡Tú también, hijo mío!” dice Julio César en el momento en que
ve a Marco Bruto a la cabeza de sus asesinos. De este modo contamos con un dicho que
podemos utilizar para expresar sorpresa y decepción personal ante una determinada acción
o situación. Lo curioso es que parece ser que Julio César no lo pronunció en latín, sino en
griego (Kaì sý, téknon), puesto que esta era la lengua de prestigio entre las élites romanas
de la época.
Ciertamente el latín y el griego clásicos con el paso del tiempo y su evolución, que dio
lugar a nuevas lenguas, fueron convirtiéndose en lenguas de cultura. Entendemos por ello
lenguas depositarias de grandes ideas y conocimientos a los que se vuelve una y otra vez a
lo largo de la Historia para reflexionar sobre las grandes ocupaciones y preocupaciones de
la Humanidad y para crear nuevos términos universales a partir de su grandioso acervo
léxico (metaverso, sin ir más lejos).
Señalemos muy brevemente algunos momentos o fenómenos más o menos relevantes de
esta conversión.
El Renacimiento (época histórica en la que destacaron genios humanos como Leonardo,
Miguel Ángel y Donatello) impulsado ideológicamente por el Humanismo (término
derivado de humano –homo, hominis en latín- y del que deriva Humanidades) supone una
vuelta a los clásicos grecorromanos para poner en el centro del mundo al ser humano
(antropocentrismo) frente a la época anterior en que se ponía en el centro del mundo a dios
(teocentrismo).
El Grand Tour era un viaje por Europa, especialmente por Italia, realizado por jóvenes
norteuropeos de clase alta como culminación de su formación académica y vital para
observar in situ, entre otros, los grandes logros de la cultura grecorromana, básica en su
formación. Esta costumbre influyó en el desarrollo de movimientos culturales y artísticos
neoclásicos, de nuevo. Era, podríamos decir, un antiguo Erasmus (nos referimos al
programa formativo que toma el nombre del ilustre humanista Erasmo de Rotterdam -al
que también debemos la moderna pronunciación del griego antiguo-), pero solo para las
élites. Véase a modo ilustrativo la película Una habitación con vistas de James Ivory o
léase la novela de E.M. Forster, que la película adapta.
Finalmente, cuando se produce la democratización de la enseñanza, un proceso largo y
desigual según el ámbito geográfico, se pone al alcance de todo el mundo el conocimiento,
en el que se incluye el de estas lenguas de cultura, evitando que sea algo elitista,
socialmente hablando. Con ello se genera un ascensor social que permite un desarrollo del
individuo dependiente de sus conocimientos y no tanto de su posición socio-económica.
Sin embargo, últimamente parece que el progreso educativo nos lleva hacia atrás en lo que
concierne a estas lenguas de cultura. En un mundo que avanza vertiginosamente en el
plano tecnológico no podemos relegar una formación intelectual y lógica (en el sentido
más amplio de la palabra). Imitando a los clásicos, no debemos hacer excesivas
distinciones entre científicos y pensadores sino, más bien, seguir el principio expresado
por el didáctico Terencio como Homo sum et humani nihil a me alienum puto, esto es,
“Soy humano y pienso que nada de lo humano me es ajeno”.
Guárdate de los Idus. Guárdate de los Idus que traen nuevas leyes polémicas y cainitas,
Humanidad.
José Javier Ibáñez Hualde
Departamento de Latín y Griego.